El vórtice de Tino el Pingüino



Foto vía panamerika.fm
El vórtice de Tino el Pingüino
Por: Germán Robles.

Si bien la escena del rap en México aún no cobra una forma completamente definida, es fácil notar el esfuerzo dedicado a establecer la identidad del mexicano por parte de los diferentes exponentes activos (rappers, DJs, productores). Se ve esto en la variedad de rolas nacionalistas, que dicen que México es esto, que no es esto, que copiar estilos carece de valor. Y aquí un tema muy importante. A pesar de la multitud de opiniones sobre la imitación de estilos ajenos, es imposible negar que todos los artistas son influenciados por otros, en mayor o menor medida (consciente o inconscientemente), pues todo músico alimenta sus oídos con sonidos frescos o con sus clásicos predilectos.  Se puede ver en  la larga lista de escuelas de hip hop que Mike Díaz menciona en El Solicitante o en el video de Adán Cruz rindiendo honor a Shurik’n en su canción Sucia Disciplina. Por otra parte, vemos que los exponentes más reconocidos de la escena, como Zaque, Mike Díaz, Jin Beast y la Banda Bastón (por mencionar a algunos), tienen estilos completamente diferentes, pero muy mexicanos dentro de su variedad. Pero este es un tema para otra ocasión. Hoy vemos el otro extremo: Tino el Pingüino, personaje sin forma. Y en honor al reseñado, este artículo tendrá algo de estilo sucio en la redacción.

El estilo de Tino es no tener un estilo definido, es todo lo que se le ocurra a la vez, o eso nos da a escuchar. Su trabajo más reciente, titulado Ego, fui a comer regreso pronto, es el torbellino dentro de su cabeza, plasmado en un material de 17 canciones que duran 2 minutos en promedio. Caos, esto, aquello, problemas, sexo, alegría, cultura, energía. Y es una obra muy bien realizada. A lo largo de este artículo, trato algunos puntos técnicos de su álbum y de su canción Los Infames, en la que colabora con el productor Maxo, ex-miembro de Delosimple. Redactaré sobre sus flows, sus temáticas, su uso de vocabulario, su estilo para hacer las canciones en general, el dúo que hace con Maiky Navajas y los vergazos de cultura que mete en sus rolas.
     
Maiky Navajas, su productor por excelencia. Este par podría ser comparado con el otro más reconocido del país, La Banda Bastón, pero son pedos muy distintos en realidad. Maiky produce, no es DJ, y tiene una asombrosa capacidad para entenderse con Tino. Este proceso creativo que viven me parece un enorme misterio observado desde fuera. ¿Cómo es que Maiky sabe lo que quiere Tino? Quizá exagero un poco y es tan sencillo como que Tino le dice: “Mira, Maiky, quiero esto, esto y esto”. Pero es innegable que se escucha la armonía entre ambos, que no es tan común entre rappers y productores. Se sienten cómodos juntos, son un dúo dinámico.
Tino es un desmadre. Habla de todo y habla en chinga, o lento, o quedito, o con sabor. Los flows de este rapper pueden ser “armoniosos”, rápidos, alargados, cortados de repente, musicalizados o reventando los baps.

Foto Vía Tino el Pingüino
A Tino le late coger, fiestear, rapear y hablar poéticamente, y un cúmulo de actitudes, gustos, conocimiento y emociones forman el temple de una persona, o su ego. Sin dudas, Tino logró su cometido al meter una variedad de temas tan dispersa en un espacio compacto. Habla de la vida y sus múltiples tonalidades, del amor etéreo, de las divertidas drogas, de la multifacética escena de rap mexicano, de los tabúes, como en Harén, y de menciones irrelevantes de personajes y lugares culturales, como Octagón, Muhammed Ali, Mama Testa, Chuck Norris, Thelonious (Monk), entre otros (nótese la frecuencia de figuras de las artes marciales y de los músicos)

Curiosamente, arma el LP de forma ordenada. Esto es muestra de su criterio en el momento de estructurar el álbum, no es idiota, al contrario. Primero, da una Introducción a la egolatría que abre proyecto, inmediatamente comienza un rush rapídisimo de sonido. A eso de la mitad del álbum se tranquiliza (deja que la base corra un par de minutos), entonces algunas rolitas más calmadas y profundas. Se despide con el último verso: Voy por gas, regreso pronto.

Morales del bajo mundo. Sonidos fresas. Looks de lo más rapper. Jazzes, hip hops y unos tantos funkys pintan el álbum. Un aporte fresco, planeado y bastante bien realizado. Tino el Pingüino deja firma en la escena nacional, mantiene su lugar en el puesto que ya tenía entre las figuras del rap mexicano.  

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